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"La Libertadora", según pasan los años

Los aniversarios de la “Revolución Libertadora” festejados en Santa Fe; un recorrido. La reivindicación de la masacre de junio de 1955. Los “demócratas” santafesinos.

Ya dimos cuenta alguna vez de cómo se vivieron los hechos del 16 de septiembre de 1955 en Santa Fe. La promesa acerca de la Comisión Investigadora presidida por el glorificado demócrata Aldo Tessio, sigue vigente.

Quiero dar cuenta en este post de algunos actos realizados en la ciudad en algunos aniversarios del golpe, de algunos discursos de “demócratas” santafesinos y de editoriales pidiendo más y más desperonización.

Actos y discursos
Cada 16 de septiembre, las guarniciones militares de la ciudad, sus autoridades (interventores o gobernadores, intendentes), los partidos “democráticos” (Demócrata Cristiano, Unión Cívica Radical del Pueblo, Demócrata y Demócrata Progresista) y la infaltable Comisión Permanente de Homenaje a la Revolución Libertadora, se daban cita en la plaza San Martín, en el cementerio municipal o en el Liceo Militar, para dar vivas a Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas y denostar al mayor movimiento popular del siglo XX, a su líder y al pueblo proscripto.

Domingo López Cuesta era en 1958 el presidente de la Comisión de Homenaje. Luego de trazar en su discurso la línea Mayo-Caseros-Septiembre de 1955 y reivindicar las figuras de Sarmiento y Mitre, sentenció: “Jamás olvidaremos un pasado de ignominia. El crimen contra la libertad no tiene olvido. Los que perdonan, no cambiarán el sentido del crimen y se arriesgan a que su silencio sea encubrimiento y su perdón complicidad”.

Hilvanó su teoría de que el pueblo necesita aprender, porque no sabe, y prueba de ello era la existencia misma del peronismo: “La democracia está en marcha en la conciencia de un pueblo que está aprendiendo a gobernarse, a medir, a valorar y a rectificarse si es necesario. Los que no comprenden al pueblo, los que no saben tomar su pulso y su aspiración por constituirse en la gran unidad política que necesitamos para salvarnos, que se vayan, que se alejen con dignidad, que demuestren que son capaces de ser demócratas o que se rectifiquen. No habrá nunca democracia sin demócratas. Todos los partidos –partes al fin de un todo nacional—deben aprender a unirse en la defensa de lo esencial a la libertad humana. Sin este punto de partida, fácil les será a los totalitarismos engañar a los pueblos a incubar en la sombra las formas opresoras de los resentimientos y del odio que destruye. La línea está trazada ya históricamente: o con la revolución libertadora que no es sino Mayo y Caseros o contra la libertad argentina. De pie pues para defenderla”. (Resaltados míos).

Los actos solían coronarse con la “Cena de Confraternidad Revolucionaria”, realizada generalmente en la Quinta Asturiana, en donde en 1968, al terminar los discursos, se produjo un atentado.

UDELPA (Unión del Pueblo Argentino), el partido creado por Aramburu y que consiguió bancas en la provincia de Santa Fe, emitió en 1964 un comunicado en que aseguraba que lucharía “con sus mejores energías para que el sistema derrocado jamás impere en territorio argentino, y quienes de buena fe creyeron en él, se incorporen con todas las honras a las columnas e ciudadanos amantes de la libertad y el derecho”.

En los festejos de 1967, el entonces presidente de la Comisión de Homenaje, Dr. Lorenzo Barale, reivindicó los “movimientos precursores del general Menéndez de 1951 y del almirante Toranzo Calderón en junio de 1955” y reprodujo expresiones del contralmirante Rojas: “Que no se equivoquen los de la floja memoria, los de juicio ondulante, las minorías reaccionarias, los demagogos de turno, los ideólogos emboscados, los salvadores predestinados. La Revolución Libertadora sucedió una vez y sucedió para siempre”.

Editoriales y una adhesión
Estos discursos y otros que dejo para otra ocasión, están tomados de las largas y detalladas crónicas que cada 16 y 17 de septiembre publicaba el diario El Litoral.

Cuando en 1964 arreciaban los rumores de la llegada del “avión negro”, la crónica fue acompañada por un comentario editorial, Memorable evento histórico.

Se asegura allí que ese año la celebración tenía un singular relieve ya que se percibía una “atmósfera pública de ‘restauración’” que se quería crear en el país “al amparo de la inercia de la casi mayoría de las agrupaciones políticas”.

Luego de calificar al peronismo de émulo del nazismo, carga El Litoral contra la indolencia de los partidos políticos “democráticos”, que nada decían de las “exaltaciones de los personajes de horca y cuchillo de la historia, exaltaciones que tienen lugar en concejos deliberantes, legislaturas, en el parlamento nacional y en la vida sindical de los adictos al régimen derrocado en 1955”.

La Revolución Libertadora no puede ser motivo de contubernios de tipo electoral y ser omitida por los partidos políticos. Ella no solo liberó a la Nación de un poder tiránico, sino que asimismo concedió a esas agrupaciones que aparentan ignorarla la libre actuación de que ahora gozan y por ende, a sus integrantes y dirigentes. Ella no puede ser pasada por alto por sus propios hijos, indiferencia cobarde que significa rendirse a la degradante idea de repetir la instauración liberticida. Los ciudadanos y los sectores que mantienen vivo el recuerdo de la hazaña que fue la Revolución Libertadora están en un  cometido que también deberán compartir los gobiernos responsables y las agrupaciones políticas de pura cepa democrática.
Algo similar ocurrió al festejarse el 10º aniversario del golpe, en Balance y perspectivas

Ningún partido político está a la altura de lo que pretende El Litoral.


Si consideramos los resultados logrados por los hombres que tuvieron la responsabilidad de concebir, impulsar y plasmar definitivamente los deseos de una ciudadanía que había sido engañada, podemos decir que lo alcanzado es tanto, que después de setiembre de 1955 el pueblo argentino tuvo a su alcance posibilidades inmejorables para llegar a configurar un destino popular de realizaciones felices. Y que si todavía no llegó a esa meta auspiciosa, se debe a la falta de unidad en el orden nacional y acerca de los objetivos fundamentales de la nacionalidad. (…)Los objetivos de los precursores de la revolución fueron materializados con éxito en los primeros momentos, pues los ejecutores del plan peronista quedaron fuera de la acción inmediata desplazándose hacia otros sectores a la espera de que pasara la tormenta y nuevos tiempos les permitieran retornar a los puestos directivos. Hoy, a diez años de la caída del régimen de Perón, esas premisas adquieren una dramática vigencia que requiere urgente atención, pues no solo los enunciados de la Revolución Libertadora sino también los de Mayo y del 53, están amenazados seriamente por una especie de ideología confusa centrada en un irracionalista sentido de la realidad y la verdad que parece querer arrumbar definitivamente las aspiraciones e inquietudes de los hombres que crearon nuestra nacionalidad a costa de supremos sacrificios.

Ese mismo año, el gobernador de la provincia, Aldo Tessio (que había presidido la versión local de la Comisión Investigadora del “régimen depuesto”), adhirió con un decreto a los festejos por el décimo aniversario del golpe cívico militar.


Considerando que en la fecha se cumple el décimo aniversario de la Revolución Libertadora del 16 de setiembre de 1955, circunstancia con la que se restablece en el país la vocación democrática de sus instituciones ratificándose el espíritu de libertad e inclinación cristiana como patrimonio tradicional de nuestro pueblo; que tal acontecimiento debe ser evocado por la ciudadanía para que todos y cada uno de los habitantes de la Nación pongan sus miras en el bienestar general adoptando en su esfera una conducta que haga imposible enfrentamiento entre quienes se cobijan bajo una sola bandera de la Patria; que por ello el gobierno de la provincia desea hacer propicia esta oportunidad para exhortar a todos los hombres a mancomunarse en el esfuerzo de progreso, paz social y seguridad indispensable para lograr los grandes objetivos merecidos por la Nación; el gobernador de la provincia decreta: Artículo 1º) Evócase la fecha del 16 de setiembre de 1955, formulando al pueblo de la provincia la formal exhortación para que en un ambiente de paz, de trabajo y de bienestar, se construya el futuro democrático cristiano que fue mira de nuestros mayores. Artículo 2º) De forma.

Pase de facturas en la Legislatura
UDELPA solicitó el 16 de septiembre de 1965 realizar un homenaje en el 10º aniversario de la “Revolución Libertadora” en la sesión legislativa.

Uno de sus representantes, Manuel López Mangiaterra, señaló que “prominentes políticos de partidos de honda tradición cívica asumen actitudes contradictorias y se ponen en ridículo al pretender capitalizar un electorado que desaira a quienes demagógicamente corren tras ellos, postulando la migaja de sus votos” y que en ese contexto bien estaba la realización del homenaje. Exhortó también “a no olvidar las turbas desatadas obrando bajo el imperio de la ley de la selva pues la tranquilidad del país lo exige”. Le contestó desde su banca el diputado Miguel Ángel Santhiá, del Partido Demócrata Cristiano, quien consideró que el agasajo no era oportuno, “siendo necesario superar episodios que por su origen y desarrollo obligan a mantener vigentes profundas y muchas veces artificiosas discrepancias, para buscar un destino común, mediante un programa de unidad que permita la reconciliación y el reencuentro argentino”.

Advirtió sobre “el peligro de hacer del rencor y del odio un culto, ni caer en la tentación de loar a los patrioteros”. Sostuvo, según la crónica de El Litoral, “que sólo debía decirse una oración simple y sincera en recuerdo de quienes murieron por la patria, sin importarnos desde la perspectiva en que lo hicieron y teniendo en cuenta solamente su valentía”.

Recogió el guante, con sorpresa, otro representante de UDELPA, Carlos E. Torres, que dijo: “Si patrioteros somos los que tenemos un concepto viril de la libertad, los que amamos el libre albedrío, los que estamos consustanciados con las tradiciones espirituales de la Nación, nos consideramos patrioteros y con mucha honra lo proclamamos”.

Agrega el diario:


Señaló que el Sr. Santhiá se había olvidado que figuras de su mismo partido como los Dres. Lewis, Ordoñez y Ayarragaray se han pronunciado en favor de la Revolución Libertadora. Dijo que esa revolución había usufructuado “espiritualmente” al PDC. Se escuchó entonces decir al Sr. López Mangiaterra, del mismo sector “y materialmente también”, “no admito las manifestaciones del Sr. Santhiá”, dijo al concluir.
Siguió en el uso de la palabra Anacarsis Acevedo, del Partido Demócrata Progresista, quien destacó a la Revolución Libertadora como “el hecho más significativo de este siglo”.

Enrique Rojo, del Movimiento de Integración y Desarrollo, señaló que con divisiones entre los argentinos, “no pueden ponerse pilares sólidos al progreso del país” y sostuvo que “el peronismo y la Revolución Libertadora son hechos históricos”.

Alfredo Nogueras, también del PDC, cerró la lista de oradores diciendo que su partido “no había usufructuado la Revolución Libertadora, que sólo lo habían hecho los sectores del privilegio que fueron aplastados en 1916 por Yrigoyen y en 1946 por Perón. Dijo que esto se corroboraba por el disgusto que había provocado el discurso del Sr. Santhiá en el sector de UDELPA”.

Una entrevista, para terminar
Dejo parte de una entrevista publicada en el Nº 25 de Cristianismo y Revolución, de septiembre de 1970, cuando los festejos del 15º aniversario del golpe de estado eran opacados por el asesinato de uno de sus mentores.

Son las palabras del padre Hernán Benítez:

¿No cree usted, Padre Benitez, que los curas del tercer mundo, con su prédica de la violencia, son un poco responsables en el fondo del asesinato de Aramburu?
—En el fondo —como usted dice— del asesinato de Aramburu más responsables que los curas del tercer mundo es usted, soy yo, es el cardenal Caggiano y el propio Aramburu. Porque, observe usted, los jóvenes señalados por la policía como ejecutores del hecho no son de extracción peronista. No son gente de pueblo. No son ni hijos ni parientes de los 29 argentinos, unos asesinados otros ejecutados en Junio del 56. Huelen a Barrio Norte. Católicos de comunión y misa regular. Algunos, hijos de militantes de los comandos civiles. Al caer el peronismo contaban de cinco a diez años. Nacieron y crecieron oyendo vomitar pestes contra el peronismo. ¿Qué los lleva a reaccionar violentamente contra el medio social en que acunaron? A mi entender, dos causas: Primera. La convicción de que sólo la violencia barrerá con la injusticia social. Por las buenas jamás los privilegiados han cedido uno sólo de sus privilegios. Estos jóvenes sienten, con una fuerza que no sentimos los viejos, la monstruosidad de que un 15 por ciento posea más bienes que el 85 por ciento restante. Viven en un estado de indignación y de irritación del que apenas podemos formarnos idea. Por eso son fervorosos del socialismo. No por fe en el sistema sino por castigar con él a sus padres individualistas. Por eso ven con buenos ojos al peronismo y reaccionan en contra de las pestes oídas contra él. Segunda. Todavía les hiere más la injusticia moral o jurídica impuesta en la sociedad individualista. Guardan entre sus más lejanos recuerdos de infancia el del furor revanchista desatado a la caída del peronismo. En el amanecer de sus conciencias contemplaron un traumatizante cuadro de terror. Vieron cómo se asaltaron y saquearon los gremios y la Fundación Eva Perón. Supieron del encarcelamiento durante años de altos funcionarios y legisladores peronistas, sólo por ser peronistas. Oyeron cómo se confinó durante meses en las cárceles australes a personas contra las cuales luego nada pudo probárseles. Cómo se las sometió a cruel incomunicación y a la tortura del frío polar. Estos jóvenes presenciaron el regocijo exultante de la oligarquía en el festín de sangre de Junio del 56. Aquella orgía no podía no producir resultados desastrosos en sus almas niñas, naturalmente buenas y sensibles. Piense usted el efecto en sus corazones de los asesinatos de los cinco muchachos baleados por la espalda en el basural de León Suárez. Se los había apresado horas antes de impuesta la ley marcial y se los ultimó sin juicio ni siquiera sumarísimo. Parecida suerte corrieron otros seis en la comisaría de Lanús. Y todo quedó impune. ¿Cómo incidiría en la conciencia de esos niños, el día en que pensaran con cabeza propia, el que Aramburu convirtiera el derecho presidencial de gracia en derecho de desgracia, y ordenara fusilar a diez y ocho militares argentinos, a quienes los tribunales castrenses acababan de condenar a muy ligeras penas; pues la casi totalidad de ellos no había disparado un solo tiro en la intentona? La mañana del 12 de Junio toda la prensa del país anunció el cese de las ejecuciones. Trampa mortal. Aquella mañana se entrega Valle y veinte horas después se lo ejecuta por decreto de Aramburu. Antes de caminar al paredón, en la Penitenciaría de Las Heras, Valle escribió de su puño y letra cinco cartas: a su esposa, su hija, su madre, su hermana y a Aramburu. Cartas que la oligarquía desconoce, pero que el pueblo argentino leyó llorando miles de veces. Dígame usted: ¿qué habrá pasado por el alma de nuestros jóvenes cuando de niños, acaso a hurtadillas, i que no los vieran sus familiares!, leyeron esas cartas? Palabras estremecedoras aquellas de Valle a Aramburu. i Cuánto me han hecho pensar en estos días! “Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija a través de sus lágrimas verán en mí a un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan”. Nuestros jóvenes, de veinte a treinta años, de las mejores familias, ¿no nacieron y crecieron leyendo en los ojos de algunos de sus mayores aristócratas o comandos civiles el furor de que habla Valle?


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