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Fugas


Por (falta de) “inteligencia” policial o corrupción policial, las fugas insólitas de cárceles y comisarías tienen una larga historia en nuestra zona. Tres casos.

Uno
En noviembre de 1920 Cirilo Sabada, condenado a 25 años de cárcel por homicidio, se fugó.

Dice la crónica de la época que había confeccionando, pacientemente, con alambres que extraía de los elásticos de las camas, una cuerda que sujetó de la cornisa del techo en la parte exterior; trepó con mucha precaución por arriba del tejado y se deslizó al suelo favorecido por la noche oscura y tormentosa.

Más tarde, un guardia que hacía su ronda, vio sorprendido que de la fachada del establecimiento colgaba una cuerda. Inmediatamente dio aviso, sonando enseguida la campana de alarma. El director de la cárcel, que estaba acostado en su dormitorio, se levantó y dio orden de recoger la cuerda y pasar lista de los penados. Notada la falta de Cirilo Sabada se puso en conocimiento de la policía y al juez.

La fuga de Sabada y la forma que ella se ha llevado a cabo, hizo creer al periodismo que no habría podido hacerlo sin ayuda. De hecho, el director de la cárcel hizo arrestar a los guardias que prestaban servicio esa noche. Sin embargo, la explicación oficial fue otra: era escaso el personal para vigilar a los recluidos, según el director, por lo que había que “felicitarse” de no tener que lamentar mayores desgracias.

Dos
En 1926, el diario Santa Fe publicó el caso de otra fuga. En un operativo en el sur de la provincia, había sido apresada una gavilla de cuatreros que venía operando allí, en Santiago del Estero y Córdoba.

Cuando fue detenido, un tal Bravo, el jefe, había dicho: “yo, he de estar en libertad en el momento menos pensado, que bastante medios tengo para hacerlo…

Nadie dio mayor importancia a tales manifestaciones pero, por lo que ha ocurrido queda constatado que el jefe de la gavilla de cuatreros es hombre de palabra”, adelanta el Santa Fe.

El relato señala que su custodio tenía expresas instrucciones de vigilarlo noche y día. “Protestó, diciendo que él no era ningún delincuente y que bien caro le pagarían todo lo que le estaban haciendo”.

No se le hizo caso”, se lamenta el diario. La custodia era turnada cada 24 horas. La que se le puso la víspera de su fuga, era un agente de policía de regular edad, veterano y muy confiado.

-Yo no creo, dicen que dijo, que un hombre que se ha quedado con algunas vaquitas ajenas tenga interés en irse.

Pero el hombre perdió la partida, el cuatrero se atrajo su confianza y durante la noche el jefe de los cuatreros pudo cumplir su promesa. El agente se durmió.

Segundo Bravo aprovechó la oportunidad y salió por la puerta principal de la comisaría. El agente que hacía guardia, allí en la puerta, también se había quedado dormido.

Tres
En 1930, los policías o guardiacárceles seguían desatentos.

El diario El Orden titulaba: “Huyó un detenido de la comisaría del barrio Oser. Pidió permiso para pasar al water closet y aprovechó la oportunidad para fugarse. Tenía la captura recomendada”.

Se trataba de Alejandro Saavedra, de 19 años, que estaba detenido después de haberse recomendado su captura por fuga del hogar y estafa.

Una tarde, se le estaban tomando las impresiones dactiloscópicas, cuando el detenido solicitó permiso para pasar al water closset, y en un descuido de su guardián logró saltar una pared y desaparecer a la vista de este antes que se pudieran tomar medidas para impedirlo.

Dice El Orden: “En una conversación telefónica que sostuvimos con el comisario, para cerciorarnos del hecho, bastante borrascoso por cierto, pues el hombre está que se lo lleva el diablo, nos manifestó que una de las causas que motivaron la fuga citada es la falta absoluta de personal de que adolece esta seccional”.

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