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Un paro y los trapitos al sol


Tras la caída del peronismo, también los gremios santafesinos fueron desarticulados. En el peronista Sindicato Argentino de Prensa se produjo la vuelta de los dirigentes socialistas. El también peronista diario El Orden, desapareció, y fue reemplazado por El Interior, que llevaba en su portada el logo de la “Revolución Libertadora”. En el efímero periódico se produjeron varios paros, que sirvieron para que empresarios y dirigentes gremiales debatieran por los diarios lo que habían sido los años de peronismo en Santa Fe.

La historia del gremio de prensa de Santa Fe puede resumirse marcando la existencia de varias asociaciones hasta la llegada en 1940 de la Asociación de Periodistas de Santa Fe, compuesta mayormente por socialistas y anarquistas. Con la llegada del peronismo, esta Asociación se mantiene en la Unión Gremial Obrera Local (UGOL) y tras un breve tiempo en que comparte la representación de los trabajadores de prensa con el Sindicato Argentino de Prensa (SAP), termina disolviéndose en éste último, de sesgo marcadamente peronista, en 1952. (El detalle de esta historia en Del apostolado al sindicalismo).

La llegada de la “Revolución Libertadora” y la intervención de la CGT también alcanzaron al SAP, al que regresaron triunfantes los antiguos dirigentes de la vieja AP, el más importante de ellos Edmundo Blanco Boeri.

Es confusa la fecha exacta y las circunstancias en que El Orden deja de aparecer en 1955. Lo cierto es que con sus máquinas y en el mismo edificio en que funcionaba, comienza a salir el 2 de septiembre de 1957 El Interior, propiedad de Feliciano del Barco y al que fueron a trabajar periodistas que habían pertenecido al plantel del diario fundado por Alfredo Estrada. Entre ellos, el secretario general del SAP Edmundo Blanco Boeri y el ex dirigente peronista Miguel Alfredo Barcos.

Muy poco tiempo después comenzaron los problemas: a mediados de noviembre despidieron a Barcos y a otros trabajadores. Y el 25 a otro grupo de periodistas y administrativos, entre los cuales estaban el secretario general del SAP y el delegado interno de la empresa.

Inmediatamente se realizó una asamblea extraordinaria en la que se aprobó una resolución declarando oficialmente el conflicto con el diario, estableciendo una huelga para lograr la reincorporación de los cesanteados y la retractación de las injurias con que se despidió a Blanco Boeri y al delegado Roberto López Alfaro y comunicando a la delegación local de la Federación Argentina de Trabajadores de Imprenta (FATI) las medidas, para que los gráficos que trabajaban en El Interior no recibieran originales que provinieran de personas ajenas a los periodistas de ese diario.

La huelga se inició el 27 de noviembre, en principio por 24 horas pero se extendió hasta tanto la empresa no revirtió algunas de sus medidas. El diario salió en esos días con seis páginas.

La empresa se defendió argumentando que sus empleados habían percibido sus salarios, aumentos incluidos, y que en el conflicto jugaban “factores extraños”. Se negaba, y lo había planteado judicialmente, a abonar las indemnizaciones extraordinarias que disponían los estatutos del Periodista y del Empleado Administrativo de Empresas Periodísticas.

El Departamento del Trabajo intimó a los trabajadores a cesar con la huelga el 30 de noviembre, pero el Sindicato apeló la medida y el paro continuó.

El personal de El Litoral se solidarizó con sus compañeros y dispuso parar una hora por turno el 1º de diciembre en todas sus secciones.

El día 2, las partes llegaron a un acuerdo donde ambas cedieron un poco. Se aceptó como definitivo el despido de varios trabajadores, entre ellos el del delegado interno y el de Barcos. La empresa retiró los términos “ofensivos” en que había redactado los telegramas de despido. Igualmente, el personal insistió y la empresa acordó en que continuarían los intentos por lograr el reingreso de ambos, pero si no se lograba, se abonaría la indemnización extraordinaria. Se consiguieron dos reincorporaciones: las de Blanco Boeri y Manuel Streiger. En el acuerdo, suscripto en el Departamento Provincial del Trabajo, se estableció que, de ser necesarias nuevas cesantías por razones de economía, la empresa consultaría a su personal, aunque su opinión no tendría fuerza resolutiva.

El conflicto no hacía más que tomar un breve receso para tomar impulso y transformarse en una guerra que incluirá acusaciones, traiciones personales, sindicales y políticas y que finalizará con el cierre definitivo del diario.

Durante los siguientes meses se producirían atrasos en los salarios y un cierre temporal del matutino. Pero el enfrentamiento se haría público y con proporciones de escándalo a fines de mayo de 1958.

Edmundo Blanco Boeri firmó una extensa solicitada en su calidad de secretario general de la filial Santa Fe de la Fatpren, en la que relata pormenorizadamente los conflictos que el personal mantuvo con la empresa desde junio de 1957 cuando comenzaron las tareas que llevarían a la salida del diario en septiembre.

Rememora las circunstancias de la huelga y la edición del periódico con la utilización de “crumiros”. “No olvidará el gremio de Periodistas Santafesinos el agravio inferido a su dignidad profesional cuando la empresa para determinar la aparición del diario durante el conflicto utilizó ‘crumiros’ que hicieron posible esa actitud antidemocrática y antiobrerista”, afirmó. Narra detalles de las deudas, de la violación constante de la legislación laboral por parte de la empresa, y de los sacrificios realizados por el personal en su afán por conservar la fuente de trabajo.

Los trabajadores de El Interior fueron víctimas “de una aventura”, manifestó, y calificó a los empresarios de “traficantes desleales”.

La respuesta fue la cesantía de todo el personal periodístico, administrativo y de intendencia. Eran 50 trabajadores en la calle.

El 31 de mayo la empresa contestó, también con una solicitada, al sindicato en general y particularmente a su secretario general, para quien no ahorró calificativos pese a declarar no estar interesada en dar “un espectáculo a la opinión pública”.

Reconoce atravesar por dificultades financieras que le impiden cumplir con el pago de los sueldos, pero alude a una situación “económica” y no “gremial”. Acusa a Blanco Boeri de perseguir “móviles inconfesables de dudosa intención”. Al recordar la huelga de noviembre, la empresa asegura que fue ganada por ella y que los perdedores “no han sabido aceptar hidalgamente una derrota y se aprovechan de la situación en que se encuentra la empresa para tomarse revancha, tratando de aniquilarla y desprestigiar a sus hombres”.

En el relato que sigue se dedica a vilipendiar al dirigente en aspectos personales y políticos. Afirma que al encargársele a él y a otros dos periodistas la convocatoria para formar la redacción, se llamaba sólo a personas de ideología política afín. Que al producirse los primeros despidos no hubo “resistencia alguna por parte del Sr. Blanco Boeri por cuanto las personas afectadas tenían conceptos políticos y personales en pugna con el mencionado dirigente”, dice el texto, seguramente refiriéndose al justicialista y ex secretario general del gremio Miguel Barcos. Afirma que el dirigente solicitó un aumento de sueldo exclusivamente para él y que, al serle negado, retornó días después al directorio con una lista de personas cuyo salario debía ser incrementado, entre los que estaba incluido Boeri. “Es fácil ampararse en un gremio cuando no se sabe marchar en soledad con la verdad por compañera, y es triste solicitar aumentos a espaldas de ese gremio para exclusivo beneficio personal”, asevera.

La estrategia de la empresa entonces fue el intento típico de dividir, y así lo confiesa cuando en el proseguir de la solicitada relata que convocó al personal para exhibir esa lista y brindó a los periodistas “amistad y confianza”, apelando a su sensatez, aunque “por un equivocado sentido gremial no supieron corresponder, a excepción de uno de ellos”.

En el extenso texto, la empresa se defiende señalando los sacrificios que sus accionistas realizaban por mantener abierto el diario y pone en duda el interés de Blanco Boeri y el SAP por la continuidad de las fuentes de trabajo.

Por ello, justifica, la sociedad despidió a quienes la injuriaron y “lamenta incluir a todo el personal de las secciones afectadas, pero la representación gremial esgrimida por el firmante no permite hacer distingos que den lugar a la exclusión de quienes pudieran no compartir las expresiones vertidas en el comunicado de referencia”.

La solicitada finaliza atacando al secretario general desde el plano político y personal:

Cuánto coraje para usar su pluma enjuiciando tan duramente a hombres de buena voluntad!... Será acaso la explosión contenida de un valor que no supo ejercer durante tantos años de oprobio, de fraude y de dictadura?... Los hombres de El Interior, de limpia y reconocida trayectoria democrática, puestos en tela de juicio por un cómplice del silencio!.

Frente a estos cuestionamientos, la asamblea extraordinaria de los trabajadores de prensa de Santa Fe ratificaron la confianza a su secretario general y señalaron que lo dicho sobre él por la empresa constituía “un agravio para todo el gremio de periodistas y que sólo trasuntan un propósito de venganza contra quien ha cumplido honestamente con su función de dirigente sindical”.

El día del periodista, entonces, fue conmemorado en medio del conflicto. Por eso varió en algo la celebración. Se inició, bajo una persistente llovizna, en la calle. En una tribuna levantada en la esquina de Falucho y San Martín expresaron sus discursos Hugo Mandón, Blanco Boeri, el secretario general de Gremios Normalizados Imo Alonso y Miguel Ritvo, que reaparecía en la escena sindical diciendo: “Este es un acto de evocación y de afirmación de los derechos inalienables de los periodistas a ejercer su profesión y mantener sus conquistas en centros laborales que se cierran por incomprensión de quienes los dirigen y que han llegado al extremo de decretar cesantías en masa por reclamar el pago de haberes atrasados”.

La clásica reunión de camaradería contó con altos funcionarios de gobierno, comenzando por el gobernador Carlos Sylvestre Begnis, dirigentes gráficos, de Gremios Normalizados y el director de El Litoral. El veterano dirigente Antonio Avaro reseñó los 20 años del congreso de Córdoba, realizó una defensa de la libertad de expresión en un país democrático y reafirmó las conquistas gremiales en el momento en que se mantenía una lucha en defensa de fuentes de trabajo “obstruida por quienes con manifiesta incompetencia emprendieron la aventura de organizar una empresa periodística”.

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