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Sin palabras para nombrarlas

Mientras hoy se discute una ley de identidad de género, y hace un año el matrimonio igualitario, hace algo más de 80 años, no había palabras para nombrar, en Santa Fe, a dos mujeres que paseaban de la mano por la calle. En su sección “De la fauna social”, El Orden las llamaba “La pareja desigual”.

Según Wikipedia, la palabra lesbiana para describir el amor entre dos mujeres aparece en 1870 en un diccionario médico. Y se estandarizó a partir de 1925 para, en términos médicos, nombrar a un sodomita femenino.

A Santa Fe ese diccionario no había llegado en 1928 y un cronista del diario El Orden retrató, con cierta inocencia, a una “pareja desigual” que llamaba la atención a los santafesinos de aquellos años.

Constituyen dos raros ejemplares femeninos. Difícil sería averiguar por qué singularísimo fenómeno de afinidad se ha establecido entre estas dos mujeres un compañerismo perfecto, inseparable, a toda prueba. Tampoco sería fácil averiguar qué extraña fuerza las mantiene unidas, pues en verdad que son físicamente antinómicas, diferentes. Sólo las iguala la circunstancia de ser ambas verdaderos modelos de curiosidad humana”, comienza la nota.

El periodista comienza a describirlas: una es enorme, alta, ancha de formas, “rica de pulpas hasta sobrarle peso como para distribuir y regalar”. La otra es esmirriada, pequeña y apergaminada. "Su contextura es defectuosa, pero no por exceso de curvas ampulosas ni rechonchas cual su amiga, sino por faltarle cual por entero lo que a ésta le abunda".

La curiosa pareja es noticia en Santa Fe, porque ambas se exhibían diariamente por las calles de la ciudad. Y continuaba: “Pareciera como que hallaran una particular complacencia, un deleite secreto en hacerlo, provocando la atención y a menudo el comentario humorístico de quienes las ven pasear sus desgarbadas y nada comunes estampas, cuya singularidad ridícula se acentúa por el contraste”.

Esta es la curiosa conclusión de El Orden:

Y en esta circunstancia última debe fundarse quizás su compañerismo, su constante armonía espiritual, su amistad inseparable. Es la única manera, el único recurso que les queda, como mujeres, para atraer las miradas de los hombres, que aunque de simple curiosidad, han de darles la ilusión de las miradas codiciosas del sexo fuerte, ay, nunca recibidas.

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