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Participación en las ganancias

Participación obrera en Nuevo Diario (1975)

Se vuelve a discutir por estos días el proyecto para que los trabajadores y trabajadoras puedan participar en las ganancias de las empresas, tal como lo establece el artículo 14 bis de la constitución. Hasta el momento, con poquísimas excepciones, hemos participado sólo de las pérdidas. Un ejemplo de Santa Fe.

Nuevo Diario fue un periódico nacido a fines de 1968. Su propietario fue Marcos Bobbio, quien constituyó la redacción con gran parte de los periodistas y gráficos despedidos por El Litoral tras una huelga que impidió la salida del diario por más de 20 días.

El matutino de Bobbio fue el más moderno de la ciudad hasta entonces, el primero en incorporar la tecnología del off-set y el color en sus páginas.

Primer ejemplar de Nuevo Diario, 22 de diciembre de 1968
Y aunque pronto conquistó a los lectores santafesinos, atravesó dificultades para el pago de salarios; sufrió atentados, muchos de sus periodistas amenazas y hasta padeció el asesinato de una de sus empleadas.

Las dificultades financieras, pero también el clima de época, motivaron que Marcos Bobbio “entregara” el diario a su hijo José Luis. Las dos razones estuvieron presentes en su decisión de cerrar Nuevo Diario, hasta que apareció una solución de emergencia, que sólo prolongó por algunos meses la agonía.

El 21 de octubre de 1975 fue firmado un acuerdo de cogestión entre empresarios y trabajadores, un convenio considerado pionero en el interior del país.

En el acto estuvieron presentes, además de Bobbio, los secretarios generales de la Asociación de Prensa de Santa Fe y del Sindicato de Artes Gráficas, Avelino Álvarez y Juan Rearte respectivamente, el diputado nacional Miguel Ritvo (subdirector del matutino hasta su asunción como legislador), el senador provincial Oscar Mesa, el secretario de organización de la CGT Ricardo Hadad, el delegado del Ministerio de Trabajo, su secretario general, el jefe de Policía del Trabajo y sus supervisores, y otros invitados.

El convenio tenía tres cláusulas en las que se indicaba que la empresa se comprometía a introducir en la conducción de la misma el sistema de cogestión, “dando participación al personal en la dirección, en intervención en los actos de autoridad relativos a la misma, a más del derecho a inspeccionar la contabilidad y tener parte en la administración, con miras a una auténtica participación en los beneficios” (que nunca llegarían).

Se creó así un comité ejecutivo compuesto por un director empresario y dos directivos obreros, con las funciones de conducir el proceso, “fijando las bases de una real participación de la comunidad de trabajo en la gestión de la empresa y actuando como un organismo que mantenga un permanente espíritu de indagación, de autoanálisis y de reorientación del proceso con miras a un mejor logro de los objetivos”. El acuerdo regiría por 180 días, al término de los cuales las partes podían establecer la constitución definitiva del sistema.

Álvarez señaló entonces que el convenio permitiría “zanjar el problema económico que estamos viviendo. Cuando la empresa había dispuesto adoptar una medida drástica, en defensa de sus intereses, los trabajadores han demostrado su madurez al proponer el nuevo sistema que permitirá a Santa Fe y su zona de influencia contar con este moderno medio de comunicación”.

Parte de la redacción de Nuevo Diario en los años 70
Hugo Raina, secretario gremial de la APSF, fue el director obrero designado por el sector de prensa para transitar los últimos tiempos de Nuevo Diario.

Las ganancias nunca llegaron. En marzo de 1976 el diario estaba prácticamente tomado por gráficos y periodistas, y la empresa, en los hechos, los había abandonado a su suerte. Algunas versiones indican que Bobbio iba cada tarde a preguntar a las autoridades de la provincia si podía publicar el periódico al día siguiente.

A días de que las Fuerzas Armadas asaltaran el poder, llegó a la redacción un dirigente de Fatpren. “Se sentó, convocó al personal y nos dijo que nos dejáramos de joder”, recuerda Roberto Maurer. “Era una guerra dentro del diario, el viejo [Bobbio] quería cerrarlo, porque a su vez tenía miedo de que lo maten; cuando se produce el golpe, al otro día vamos nosotros y estaba cerrado”, comenta Atilio Pravisani.

Fue el fin del diario. Una vez más, para los trabajadores, hubo participación, pero en las pérdidas.


(Más, en “Del apostolado al sindicalismo. Una historia de los gremios de prensa de Santa Fe”).

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