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Canillitas: una historia

Mucho antes de que pudiese celebrarse el día del canillita, los niños que ejercían el oficio eran “mimados” por algunos diarios. El afecto variará en la década del 40, cuando los repartidores de diarios se vuelquen masivamente al peronismo. En su día, la historia de Celedonio Cornejo, un canillita de 8 años víctima de un accidente.

Niños eran quienes repartían los diarios a principios del siglo XX. Algunos propietarios de los periódicos de Santa Fe los protegían, compasivos: eran niños y pobres.

El Orden, el diario más parecido que hubo en Santa Fe al Crítica de Natalio Botana en cuanto a su estilo periodístico, a la preponderancia de las noticias policiales y a las campañas al margen del periodismo, se hace eco en abril de 1928 de un accidente protagonizado por un canillita.

Celedonio Cornejo, te
nía apenas 8 años. Huérfano de madre, vivía con su padre en una humilde vivienda en Rivadavia y General López. Desde hacía poco tiempo se dedicaba a la venta callejea de diarios y revistas, “saliendo de su casa con las primeras horas del día para regresar a la hora del almuerzo volviendo a dejar oír su pregón por la tarde hasta alta noche”.
Más o menos a las 8 horas el canillita “Celedonio” como le llamaban a secas su vocingleros colegas, se hallaba rindiendo los diarios locales de la mañana en la cuadra de la calle San Jerónimo comprendida entre las de Mendoza y 1ª Junta.

Al pasar el coche de tranvía N° 22 de la línea 4, guiado por el motorman Clemente Cima, y guarda Claudio Colante, el canillita Cornejo subió a él en la esquina de San Jerónimo y 1ª Junta y ofreció su mercancía de papel impreso a los pasajeros.

Al llegar a calle Mendoza el infeliz muchachito, que por vender un diario más no había tenido tiempo de descender del tranvía durante la parada que hizo en una esquina, se descolgó del coche por la parte delantera cuando éste ya había reiniciado su marcha y atravesaba la bocacalle.

En el apuro por descender y acostumbrado a hacerlo así, Celedonio no tomó ninguna precaución, de manera que no advirtió que la correa de cuero que le servía para llevar los diarios se había enganchado en uno de los pasamanos del estribo. Al tirarse de este, el cuerpo del canillita quedó un instante suspendido para caer inmediatamente azotando la calzada.

Al caer, su pierna derecha quedó encima de uno de los rieles; el motorman había advertido el peligro y detuvo el coche en el acto, pero ya era tarde pues el accidente se había producido.

Un pie triturado


Un solo grito de espanto se oyó entre los pasajeros del tranvía y entre los peatones que fueron testigos de la triste escena. Cuando acudieron al auxilio de la víctima esta se retorcía de dolor, gimiendo lastimeramente para quedar luego inmóvil perdido el conocimiento.

Esa circunstancia y la mucha sangre derramada sobre el pavimento hizo creer que el pobre muchachito había muerto, lo que, por fortuna, no había ocurrido.

Con la premura que el caso requería el canillita fue conducido a la Asistencia Pública donde se constató que tenía el pie derecho triturado, formando un masa informe y sanguinolenta.

A Celedonio hubo que amputarle un pie. Comenzó entonces una campaña de El Orden. Se preguntaba: “¿N
adie ayudará al pobre canillita?" Pocos días después, se entregó al padre “del desdichado canillita” la suma de treinta y un pesos moneda nacional fruto de una colecta emprendida por el diario. La nota tuvo emoción, ya que llegó al diario un niño, haciendo su donación también:

En circunstancias que hacíamos entrega al padre del canillita Cornejo la suma recaudada, un niño de aspecto humilde y con una expresión de temor en su carita, algo cohibido y todo ruboroso, se presentó en nuestra casa y entregándonos una sencilla alcancía de barro nos dijo: “esto señor, es para el chico enfermo de que Vdes. hablan en su diario, yo también quiero darle algo”…

Fue tan honda la impresión que todos los presentes experimentamos, ante el gesto de ese chico, que con tanto desprendimiento nos entregara el fruto de sus ahorros, y sabe Dios de cuántos afanes, que no supimos en el primer momento qué decirle…

Después, repuestos de esta emocionante escena, lo hicimos pasar a la dirección, y allí nos dijo de su actitud, agregando “no sé cuánto tendrá el chanchito, pero creo que no es mucho… es todo lo que he podido juntar”…

Rasgos como este, son poco frecuentes en nuestros días, y deseando transmitirlo como un ejemplo para los chicos y los grandes, lo invitamos a posar junto a su chanchito de barro, tal como lo aparece en la nota gráfica que complementa estas líneas.

Tres años después, en abril de 1931 el diario titula: “El Orden” ha mediado para que el canillita Celedonio Cornejo tenga una pierna artificial.

El diario, con su lenguaje épico, relata la vida de Celedonio en los últimos años:

Sobre sus muletas Celedonio Cornejo, pequeño héroe ciudadano, anónimo como todos los héroes de verdad, que luchan sin la esperanza de que la gloria les sonría, encaró la vida. Sobre sus dos muletas, desafió la miseria y en lugar de tender la mano para que la caridad se convirtiera en monedas, vendió diarios. ¡Machito!...

Celedonio se quedaba rezagado cuando sus compañeros emprendían sus trabajos y en un rincón ofrecía sus dia
rios, con “la certidumbre de que la vida es más linda mientras más hay que pelearla. Cuando Celedonio Cornejo sea hombre, dirá que la vida, como las hembras, se hacen querer cuando hay que domarlas”.

Así describe El Orden el “milagro” que vendrá:

Una pierna artificial

Un pibe feliz, detiene su paso cuando va por las calles delante una vidriera donde se exhiben juguetes.
Celedonio Cornejo se detuvo alguna vez frente a la vidriera de un ortopédico, donde los afiches muestran la figura de un hombre provisto de una pierna. Una pierna milagrosa hecha por uno de esos milagros de la ciencia, que es la única que hace milagros en estos tiempos.

Y ambicionó poseer una pierna que le permitiera correr, dejar su par de muletas y mirar con más energías a la ciudad egoísta y cruel.

El milagro que hará


Pero el milagro se hará esta vez. Salvador Andreozzi, un hombre de ciencia que se ha hecho de prestigios en toda la república, ha instalado en nuestra ciudad uno de esos establecimientos de ortopedia científica.

Allí hemos ideo a verle y le hemos hablado de Cornejo.

Inmediatamente ha querido encargarse del asunto. Y Cornejo ha concurrido al establecimiento del profesional Andreozzi, donde se le han tomado las medidas para la pierna y dentro de algunos días le veremos en la calle, vendiendo sus diarios y sin muletas.

En 1929 se creó la Escuela de Canillitas, y aunque sirvió para mejorar las condiciones de analfabetismo de los niños trabajadores, no fue útil para corregir sus condiciones de pobreza. En 1933, el diario Santa Fe les regalaba pulóveres para soportar el frío con el que debían repartir los diarios.

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