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Santa Fe revolucionada (I)

Varios factores confluyeron para que la revolución radical de 1893 triunfara en Santa Fe y sus líderes gobernaran la provincia durante 21 días. El diario Nueva Época, único que se conserva de aquellos tiempos, busca, encuentra y analiza esos factores. Una interesante lectura acerca de los culpables de romper la calma chicha santafesina.
El 30 de julio de 1893 en varios puntos del país los radicales se alzaron en armas. En Rosario y Santa Fe la revolución triunfó, aunque por breve tiempo. ¿Lo imaginan?
Un desconocido periodista que firmaba con el seudónimo Heródoto en el diario Nueva Época describió desde la posición ideológica del más recalcitrante conservadurismo cómo ingresaron los radicales a la ciudad. Hay que tener en cuenta que el escritor había encontrado a dos grandes culpables de la revolución: a los radicales santafesinos que renegaban de la “santafesinidad” y los extranjeros que los habían apoyado.
Esta es una pequeña parte de la serie de relatos de Heródoto: detrás de algunos santafesinos como Rodríguez Galisteo y Carlos Gómez, iban “batallones de suizos alemanes perfectamente armados y uniformados, enarbolando las banderas de sus respectivos cantones suizos, flameando muy alto el pendón glorioso del Valais que resistió el mismo Luis XIV”.
Cualquiera que haya seguido la evolución de la historia argentina podrá ver en este relato los gérmenes del discurso patriotero que algunos años después levantará la Liga Patriótica.
“Los colonos venían hinchados de orgullo. Humillaban bien a su gusto este país, al que consideran indigno de su soberanía y de su independencia. Ellos lo conquistaban y lo ponían a sus plantas. Después como para hacer mofa de este país, venían batallones de colones alemanes armados de horquillas, mostrando con ellas el desdén con que miraban las balas los criollos - ¡Les bastaba una horquilla! -¡Viva la unión cívica extranjera! ¡Viva la unión cívica alemana!”.
Exageraba, seguramente, pero había que dejar bien en claro quiénes eran los culpables de esa sacudida a la modorra santafesina.
Porque, bien se sabe hoy como ayer, los santafesinos somos otra cosa. Fíjense qué hacían los santafesinos mientras esta gentuza entraba a la ciudad:
“Se oían sollozos ahogados detrás de las puertas”, asegura Heródoto. “Las viejas santafesinas lloraban, sí, ellas que estaban tan orgullosas de la altivez y del valor de sus hijos, ellas que habían visto aquí tantas heroicidades, veían a Santa Fe hollada por plantas extranjeras”.
Así paseaban esa gente, los extranjeros y los traidores santafesinos, por las calles de una ciudad que no salía de su asombro al ver que hijos de su seno la hubiera estafado.
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